Si reflexionamos sobre el concepto de planificación estratégica, nos daremos cuenta que estrategia y planificación no significan lo mismo. Sin embargo, su uso conjunto produce cierta confusión a la hora de abordar un desarrollo estratégico y caer en la trampa de la planificación.
La Estrategia son un conjunto de elecciones integradas que te posicionan en un mercado que has elegido tú con un planteamiento para ganar. Tienes que tener una teoría o unas asunciones previas de porqué te posicionas en ese mercado y cómo lo haces para atraer clientes. Pero el planteamiento tiene que tener coherencia, tiene que poder hacerse y se tiene que traducir a ciertas acciones. En el caso del ámbito de la estrategia, existe cierta incertidumbre puesto que son los clientes los que eligen tu producto o tu servicio, de manera que no se pueden controlar las ventas.
En cuanto a la planificación, ese conjunto de acciones no tienen porqué tener coherencia entre sí ni tener una especificación de cómo se consiguen de forma colectiva. Además, la planificación es una tarea «cómoda» definiéndose los recursos disponibles, contratando a gente, diseñando la marca del producto… Sin embargo, tiene un alto componente de gestión de costes porque tú eres el cliente y las decisiones se toman por uno mismo (qué materiales comprar, cuánta superficie alquilar…).
Es decir, es más sencillo decir que construirás una fábrica o que contratarás a más personal que afirmar que nuestros clientes querrán nuestros productos sobre los de los competidores. La Estrategia no puede demostrar que el plan vaya a ser exitoso desde un principio.
Por otro lado, el planteamiento de una Estrategia no debe ser extensa a la hora de ser explicada y se debe centrar en ciertos ámbitos como:
- Dónde elegimos competir.
- Cómo hemos decidido ganar.
- Qué capacidades necesitaremos (existentes o nuevas).
- Qué sistemas de gestión implantaremos.